A veces me quedo sin ella, con el sol, con el mar,
con la brisa serena y con las ganas de amar.
Sin ella son los días más calurosos y agobiantes,
y el agua cada vez más fría aleja los barcos visitantes.
Ella no está hoy, en el muelle de mis días,
no está en las aves, ni en el sol del mediodía.
Cuando entro al muelle,
sé que ella no estará
pero todas las mañanas
mi mirada busca su mirar.
Al marcharme del muelle
jamás la he visto llegar
pero todas las tardes
mi mirada busca su mirar.
No es mi corazón,
corazón sin el suyo,
ni la espera tan bendita
ni una voz tan susurro,
como latir por verla
sin mirarla jamás,
como tener el alma presa
de las olas del mar,
como saber que no regresa
y, en mi condena, amarla sin amar.